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Foto del escritorCarolina Cruces

El grupo L’Arcàdia deslumbra con las composiciones de Vivaldi

Fernando Pascual y Francesc Gamón muestran su destreza y conocimiento sobre la música del barroco, una música que sigue dejado huella tras el paso de 300 años


Carolina Cruces. Castellón


El día 2 de diciembre, la Fundación Bancaja volvió a los escenarios con el ciclo de “Concerts a la fundació”. Se trata de un programa musical con actuaciones de todo tipo, pero en el caso del viernes 2 de diciembre, la Fundación Bancaja recogió el recital sobre “Joyas del barroco musical”. El espectáculo fue llevado de la mano de dos jóvenes músicos: Fernando Pascual y Francesc Gamón. Ambos profesionales, a su corta edad, tienen una larga trayectoria en la música clásica. Francesc Gamón, titulado superior en dirección de orquesta, no es casualidad que en el recital de “Joyas del barroco musical'' fuera el director de orquesta, pero a su vez, también estaba a cargo del clavecín. Sin embargo, el mayor peso en el recital lo tuvo Fernando Pascual, acompañado de su violín, dejó boquiabierto a todo el público con su buena mano musical. Los dos músicos son componentes del grupo L’Arcàdia, un grupo especializado en la interpretación de música anterior al año 1800.


El grupo musical L’Arcàdia en el recital “Joyas del barroco musical”. CAROLINA CRUCES

Las interpretaciones

Respecto a las actuaciones que se pudieron disfrutar la tarde del 2 de diciembre, tenían como actuación principal, “Las cuatro estaciones de Vivaldi”, un concierto para violín acompañado de la orquesta, que dedica cada uno de los conciertos a una estación del año diferente. Vivaldi cuando compuso estos cuatro conciertos, no era consciente de que ahora, 300 años después, serían recogidas sus composiciones como joyas musicales del barroco. Por esto mismo, el público esperaba con ansias “Las cuatro estaciones” de Vivaldi, una nostalgia de la música del barroco que acompañará a la sociedad a lo largo de la historia.


Aunque esta era la parte más esperada, los músicos no comenzaron por aquí, sino que comenzaron con otro tipo de joyas del barroco que no pertenecían a Vivaldi. En concreto sonaron temas como: el canon para tres violines de J. Pachelbel, la sonata para violín de A. Corelli y la suite orquestal de Sebastián Bach.


Orden de las piezas:

- Canon et Gigue para tres violines de J. Pachelbel,

- La Follia, sonata para violín de A. Corelli

- Aria de la Suite orquestal de S. Bach

- Cuatro conciertos para violín de A. Vivaldi: la primavera, l'estate, l’autunno e l'inverno


Fernando Pascual, el violinista lo dió todo en las interpretaciones. No solo por su destreza con el violín, sino por la actitud y la expresión de su rostro. El violinista vivió cada una de las piezas musicales como si fuera la última. En los momentos que la pieza necesitaba suavidad y delicadeza, Fernando Pascual daba la talla, mostraba la tranquilidad que necesitaba transmitir al público. Sin embargo, cuando la intensidad era necesaria, como por ejemplo en el invierno de Vivaldi, una composición llena de fuerza y ritmo, el intérprete ponía todo su empeño en transmitir esta emoción, una emoción que solo el invierno de Vivaldi puede transmitir.


Desde abajo, los asistentes como público, podían escuchar las fuertes respiraciones del violinista, unas respiraciones que parecía necesitar para llevar el ritmo tan acelerado en ciertos momentos del recital. Por lo tanto, se podría decir que esto fue uno de los factores que más llamó la atención del público: su fuerte respiración, sus expresiones faciales y corporales, junto su destreza con el violín, algo completamente innegable.


Algo diferente sucedía con la interpretación de la primavera de Vivaldi, un concierto para violín que tiene un espíritu completamente diferente, una canción que anima y que pone al público de buen humor. En este tipo de canciones, la intensidad de Fernando Pascual no era lo que más llamaba la atención, sino que aquí toma más protagonismo la fantástica creación de Antonio Vivaldi, una pieza que conoce todo el mundo, le guste o no la música del barroco. Es una pieza que se ha utilizado para múltiples películas e incluso anuncios de todo el mundo. Se podría decir, que Vivaldi ha dejado huella en la historia de la música clásica.


Francesc Gamón, el director del recital, se situaba de espaldas al público, dado que también estaba a manos del clavecín, (el clavecín es un instrumento musical de cuerda percutida parecido al piano, pero de tamaño más pequeño. Muy conocido en la época del barroco). En ocasiones, parecía difícil que Gamón fuera capaz de tocar correctamente el clavecín y a la vez llevar la dirección del resto de músicos. Aunque su instrumento solo hacía función de acompañamiento, es decir, no era el instrumento principal, no dejó indiferente a nadie. La expresión de su rostro no se podía ver, dado que estaba dando la espalda al público, aún así, sus movimientos corporales eran un claro ejemplo de disfrutar la música como solo él y Pascual saben hacer. Por otro lado, sí que es cierto que al principio costaba saber quién estaba a cargo de la dirección de la orquesta, parecía que nadie llevaba las riendas y el ritmo, pero no por ninguna carencia, sino porque era muy extraño ver como el director, además de ser director, realizaba el trabajo de un músico al mismo tiempo. La figura solitaria del director, a mi parecer, durante la actuación se echaba en falta, posiblemente era necesario que durante la obra una persona dedicara su trabajo por completo a la dirección, sin estar a cargo de ningún instrumento al mismo tiempo. Creo que la figura del director transmite seguridad, energía y personalidad a las actuaciones de música clásica y por ello no se debería prescindir de la fuerza de esta figura.


Las pausas musicales

En varias ocasiones, la música dió pausa, algo lógico, dado que los músicos necesitan en algunos momentos desalojar la sala para diferentes composiciones. Pero las pausas que realizaron el grupo de L’Arcàdia, fueron más que simples pausas. Mientras que los músicos se disponían a cambiarse de lugar, afinar los instrumentos o solucionar problemas técnicos, Fernando Pascual o Francesc Gamón se encargaban de dar una pequeña charla de unos escasos minutos. Las charlas trataban sobre la próxima composición, sobre qué íbamos a poder disfrutar a continuación. Con total normalidad, hacían comprender al público qué emociones pretendía transmitir la siguiente obra. Éstas pausas, en un momento concreto del principio fueron decisivas para el clavecinista, dado que se le rompió una cuerda. Rápidamente, Fernando Pascual se lanzó a comentar la siguiente pieza, para que de este modo Gamón fuera capaz de arreglar la cuerda de forma desapercibida y volver a tocar. Los músicos tuvieron una manera elegante de evitar que el público se percatara de la rotura de la cuerda, una acción de lo más profesional.

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